El búho pensador...
15 de julio de 2020
La sonrisa es una de las expresiones faciales más hermosas. No hay cosa más bella que mirar al rostro de alguien y encontrar las comisuras de los labios realzados proyectando alegría.
Entonces... ¿Por qué no todas las sonrisas causan placer?
No cabe duda... el alquimista es carismático y elocuente. Nos lo deja sentir todos los días, particularmente en las noches cuando nos deleite con su ya acostumbrada trama informativa.
¿Por qué lo siguen cuestionando?
“Aprovecho para decir que lo respaaldaaamos. Le están dando con todo. Aguanta, el pueblo se levanta.”
Nos complacen en la mañana y en la noche. Es maravilloso observarlos temprano y antes de irnos a descansar.
Los dos presentan informes llenos de alegría que nos permiten serenarnos y pensar en un futuro promisorio.
Es curioso cómo el destino pone las cosas en un punto de coincidencia donde todo termina por volverse realidad... una terca realidad en ocasiones.
La sonrisa como una de las expresiones más importantes de la comunicación no verbal transmite todo. Existen muchos tipos y formas que están asociados con los rasgos físicos de aquel que sonríe.
La sonrisa es característica de la virtud humana. Los animales y las plantas no pueden sonreír. Su capacidad de articular ese bello gesto no es posible.
Es tan completa y necesaria la sonrisa que los seres humanos nos hemos encargado de encontrarla simuladamente a través de la fantasía y la imaginación.
Hacemos sonreír a nuestras mascotas; buscamos ,lo mismo a través de la animación y las caricaturas. Incluso lo hacemos a través de diferentes aplicaciones tecnológicas que nos ayudan a ensalzar la nuestra.
Cómo no reconocer en la sonrisa un acto de alegría y placer.
Sin embargo, existen también las intenciones al sonreír. No todo el que lo hace desea transmitir felicidad.
Hay sonrisas nerviosas, irónicas e incluso malévolas. Es impresionante la gama de emociones que una sonrisa puede generar en el que las observa.
La sonrisa puede decir más que las palabras. Está demostrado que el 90% de las comunicación entre las personas se basa en lo no verbal. El rostro en su conjunto es fundamental.
Cuántos programas de televisión nos arrancan una sonrisa que después se convierte en carcajada. Cómo olvidar al amigo aquel, ese que en nuestra adolescencia nos contaba chistes y nos hacía pasar el rato alegre.
Imaginen un día ordinario de camino a su trabajo. Se suben al transporte colectivo y lo único que encuentran es a un montón de personas meditando sobre sus problemas. Nadie mira nadie. De pronto, uno de ellos, uno que pasaba desapercibido, se levanta y sin más comienza reír. Lo hace de tal manera que es imposible no voltear. Ríe tanto y tan fuerte que no hay manera de ignorarlo.
Lo que sigue es obvio... ¿Lo imaginaron?
Con sólo pensarlo seguro que ya deben estar esbozando una sonrisa. No se resistan, déjenla salir.
Así es... la sonrisa nos contagia y nos lleva a reír.
El alquimista tiene una sonrisa particularmente interesante. Es simpático y genera emociones de confianza cuando lo hace. Aún recuerdo cuando en una de sus conferencias una periodista lo alabó por ser "tan guapo" y él sonrió enrojecido. Se vio tan tímido.
Que decir de la sonrisa del emperador, su jefe, que igualmente nos ilumina cada día por la mañana con sus discursos. He pensado que ambos podrían elaborar una campaña para hacernos sentir mejor a todos. Seguro que sería un éxito...
¿Por qué los corruptos y conservadores no se alegran como los demás?
Ayer en particular, el Palacio se engalanó de sonrisas y alegría. Un espaldarazo al que, con su sabiduría, ha sabido llevar la peor crisis sanitaria de los últimos años con talento y sensibilidad.
Entonces... ¿Por qué unas horas después se borraron las sonrisas?
Así fue como en el iluminado, por la mañana, reconoció el talento de su alquimista. Lo incitó a seguir a adelante y mantener el rumbo. Cuánta fuerza en la comunicación para no dar marcha atrás.
El científico de la corte sonrío y aceptó sin dudar el encargo.
Otra vez esa maldita y terca realidad que se impuso y nos vino a descomponer el día.
Sucedió por la tarde noche cuando los expertos anunciaron con su estilo particular que los números habían crecido de nuevo. Dos lugares del país, uno en la península mágica que lleva el mismo nombre y otro al norte donde lo regio es grande. En ambos, lo que no se deseaba. El rebrote y casi saturación de los servicios médicos.
Esa curva que sigue ascendiendo aunque en realidad está decreciendo (ya antes expliqué que no me queda claro el porqué pero hay que seguir confiando) sigue dando elementos para que los neoliberales y malquerientes de la transformación ataquen al imperio.
Como sea. Las cifras no ayudan y los fallecimientos van al alza. Igualmente nos han informado que somos el cuarto lugar del mundo por esto. Nos habían ofrecido colocarnos en los primeros sitios del mundo y lo están haciendo. Yo me confundí y pensé que era para cosas más positivas, pero no importa, un primer lugar siempre es un primer lugar.
Lo que me llena de tranquilidad es que, aunque las cifras y los reportes dicen que las cosas no están muy bien, nuestros líderes nos dicen lo contrario y nos invitan a salir a las calles. Lo hacen siempre con una enorme y carismática sonrisa que al final me contagia de mucha alegría.
Lo único que no me queda claro es a cuál de los dos debo hacer caso... ¿al que pide -en ocasiones- usar un cubrebocas, o al que de plano nunca lo utiliza?
Esto lo pregunto porque si debo salir a la calle, espero lucir una sonrisa igual a la de ellos y no me gustaría que ésta no se vea.
Ustedes... ¿qué piensan?
La reflexión del día...
Los indicadores de la economía, esos que están intentando ignorar y desaparecer, marcan una situación cada vez más grave... Se calcula que el país pierda eso que llaman el grado de inversión a finales de este año o principios del que viene.
Será en ese momento cuando nos demos cuenta del gran error que se cometió en julio de 2018.
Será entonces que comenzaremos a pagar las facturas de haber elegido a quien administre el enojo y no la riqueza y patrimonio del país.
Al tiempo...
Hasta mañana...
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